En agosto nos vemos | Gabriel García Márquez

Cada 16 de agosto, una mujer cruza el mar para hablar con una ausencia. ¿Qué ocurre cuando un ritual sagrado deja entrever una vida que aún no se ha vivido? Ana Magdalena Bach, 46 años, casada y madre de dos, creció entre partituras y silencios. Su calendario está marcado por una promesa viajar sola a una isla caribeña para visitar la tumba de su madre. Transbordador, taxi, hotel, gladiolos porque ella detestaba las rosas una coreografía exacta que protege su mundo de cualquier desorden. Hasta que una noche en la isla abre una rendija en esa coraza de costumbres. En el rumor de los boleros y el olor a sal, Ana Magdalena se permite una libertad que no había previsto, y la visita filial se expande hacia territorios que la obligan a mirarse de otro modo. A lo largo de varios agostos, el viaje anual se convierte en un espejo donde se cruzan deseo, memoria y tiempo. La isla cambia con el avance del turismo y los precios, y en esos cambios Ana Magdalena descubre variaciones propias preguntas sobre la rutina conyugal, el cuerpo que reclama otros ritmos, la fidelidad a una promesa y a una identidad que quizá ya no coincide con la de antes. Cada regreso enfrenta la tensión entre lo que se honra y lo que se busca, entre la música heredada y la que suena por primera vez. Lo que está en juego no es solo el equilibrio de una vida ordenada, sino el modo en que se cuenta su propia historia y el lugar que ocupa la figura de la madre en ese relato. Cuando agosto vuelva a llamarla, ¿qué decisión pesará más la fuerza del rito o la voz que, desde dentro, pide un nuevo compás?