Descripción
En este lugar existió en los pasados tiempos la ciudad de Lora, con templos paganos, anfiteatros y un notable Capitolio. Hoy es un valle desierto, por donde la pesada carreta del labrador gascón parece temer que se emite y resbale el hierro de sus ruedas, sobre el mármol de las columnas medio enterradas en la arena. La montaña está cerca. La alta cordillera de los Pirineos desgarra a trechos el nevado horizonte y deja ver el azulado cielo del territorio español. Los senderos que recortan sus cimas, sirven de caminos a los contrabandistas vascos. A algunas leguas de allí, París reumático, cree dejar sus ciáticas en el fondo de las sulfurosas piscinas de Baréges les Bains. La fe salvará a París, más que el hierro, la magnesia y el azufre.





